Las víctimas comenzaron a exponer sus vivencias dentro de la organización religiosa liderada por el imputado, que evidencian casos de explotación laboral, sexual y daño moral, psicológico y espiritual.
por Juan Salas
En el marco del juicio al “pastor” Isaías Nelson Hurtado y su pareja, Patricia Soledad Padilla Coronado, por más de veinte casos de trata de personas con fines de explotación laboral, abuso sexual y amenazas, las víctimas comenzaron a brindar sus testimonios y expusieron situaciones en las que sufrieron daños morales, psicológicos y espirituales.
En el inicio del debate, el fiscal Juan Manuel Pettigiani y las querellas le habían solicitado a los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Alfredo Ruiz Paz, que las audiencias en las que las víctimas darían sus testimonios fueran sin público y sin la presencia de los imputados, lo que finalmente ocurrió.
La coordinadora del Programa de Asesoramiento y Patrocinio para las Víctimas del Delito de Trata de Personas de la Defensoría Federal, Marcela Virginia Rodríguez, en representación a un grupo de víctimas, estuvo presenta en las últimas jornadas de debate.
“Se da un patrón sistemático común de captación y lavado de cerebro en estos mecanismos de trata y reclutamiento”, explicó Rodríguez y agregó que Hurtado a las víctimas “las aislaba, de una u otra manera, de sus familias y amigos y había una presión extrema contra todo lo que pudiera hablar mal de Hurtado, su esposa, la iglesia”.
La coordinadora del Programa de Asesoramiento y Patrocinio para las Víctimas del Delito de Trata de Personas explica que en los testimonios de las víctimas queda en evidencia que Hurtado “predicaba en la radio que tenía y eso también era un modo de captación”. “Les daba un mensaje de aliento y prosperidad a personas en crisis familiares o espirituales, es decir en situación de vulnerabilidad”.
La captación en estos casos, según relataron las víctimas, “destrozó” sus familias. Hurtado separaba a los “fieles” de sus seres queridos, los aislaba, los enajenaba.
Ese procedimiento era prácticamente un “lavado de cabeza”, una robotización en la que les quitaba a las personas su autodeterminación, su capacidad de elegir.
“Supuestamente la palabra de Dios era hacer tareas consagradas a Dios, solo que el único que sacaba provecho de esto era Hurtado”, explicó Marcelo Rodríguez, porque, claro, Hurtado se presentaba ante sus fieles como un “apóstol”, un “pastor ungido por Dios”.
“Así se dieron distintos tipos de explotación. Quienes tenían un empleo sufrieron explotación económica, les hacían sacar préstamos, endeudarse para que el dinero fuera para la Iglesia. Quienes no podían aportar de su sueldo, tenían que poner la fuerza laboral al servicio y los mandaban a una panadería, a una empresa constructora y también cuestiones domésticas tanto en la casa como en la carpa donde funcionaba el templo”, expresó Rodríguez.
Las víctimas que relataron estos hechos describieron esas tareas domésticas de una forma aun más dura, y se refirieron a lo que hacían de manera “peyorativa” como “tareas de sirvienta”.
El daño y la reparación
El daño que sufren las personas víctimas de trata, sea laboral o sexual, es terrible y, más allá de la condena que pueda haber para los responsable, el Estado busca que haya una reparación.
En este caso, se han destruido familias, las personas han sido captadas por su amor a Dios, para ser parte de una iglesia, de un templo, de una congregación y todos los sacrificios que hicieron, a todo lo que se sometieron, en parte eran actos de fe que les pedía Hurtado, el apóstol, el “pastor” ungido.
“No es necesario ser creyente para darse cuenta del nivel de daño que causaron en estas personas. Para ellos, no poder volver a entrar a una iglesia es terrible. Siguen creyendo en Dios, pero dicen que no pueden entrar más a un templo”, remarcó Rodríguez.
– ¿Hasta dónde llega el daño que sufren las víctimas de trata?
– En la falta de autonomía, de autodeterminación. No es la libertad ambulatoria lo que está en juego, sino la libertad de autodeterminación. La dignidad. En este tipo de lavado de cerebro, el grupo se convierte en un grupo coercitivo. El mensaje es coercitivo. Hay un abuso coactivo en toda esta situación. Hay alguien que se erige como autoridad por ser el ungido de Dios, el elegido en la tierra. ¿Y cómo hay más autoridad que esa? ¿Cómo desafiarlo?
– ¿Cómo el Estado puede reparar este daño?
– La condena se busca, sobre todo porque la sociedad ha elegido que el Derecho sea la forma, que la condena sea la manera en que se contesta a determinados daños a bienes jurídicos. En este caso se tratan de daños muy terribles. No es lo mismo un daño a la propiedad. Daños muy profundos, psicológicos, morales. Por eso merece una respuesta más profunda. Acá la gente espera que haya una condena por el daño que recibieron. El Estado tiene que dar una pena acorde, no es necesario en incurrir en penas altísimas, creo que esta tampoco es la respuesta que se tiene que dar. Hay reparaciones de otra índole, en algunos casos, teniendo en cuenta el daño económico
– ¿Y cuál podría ser esa reparación?
– La palabra reparación es una palabra que no se ajusta, pero es la única que tenemos. No hay una palabra que valga. Porque se supone que vos tenés que poner a la víctima en un estado anterior a todo lo que le pasó. Y eso muchas veces es imposible. Acá nos referimos al daño moral, psicológico, espiritual. A poder llegar a tener una reinserción laboral, eso no es algo de un día para otro. Han tenido una chance perdida de tener un desarrollo, hacer estudios, ir a una universidad. Existen una cantidad de cosas que no pudieron desarrollar, de chances perdidas. Todo eso es parte de lo que debería estar contemplado en una reparación.
La pareja del “pastor” también está imputada.
– ¿Y qué medida puede tomar el Estado?
– En general esto se calcula en dinero, el Estado solo puede cuantificarlo así.
Durante la investigación se lograron identificar distintos activos que fueron utilizados por los imputados para desarrollar los hechos delictivos de los que se los acusa, como otros que serían producto de los mismos. Se trata de dos inmuebles; activos que puedan hallarse en las cuentas bancarias identificadas en Venezuela y Estados Unidos y que, mediante exhortos internacionales se requirió su embargo; seis mil dólares y diez mil pesos secuestrado en la vivienda de los imputados y depositados en cuenta judicial; cinco automóviles y una moto.
Estos activos están resguardados para futuros decomisos para cubrir la eventual satisfacción de multas y una futura indemnización a las víctimas.
— Víctimas de trata, entre las que denuncian y no
Marcela Rodríguez explicó que “las víctimas de trata son grupos vulnerables, que pasan por factores disímiles de vulnerabilidad”.
Aquellas víctima que quieren querellar, que quieren actuar en defensa de sus derechos y acusar también pueden contar con el Programa de Asesoramiento y Patrocinio para las Víctimas del Delito de Trata de Personas, pero esto no siempre es así, no siempre las víctimas de trata se dan cuenta que fueron explotadas o se animan a acusar.
“Hay víctimas que no se ven como víctimas y otras que tienen miedo. En este caso, miedo dentro de la iglesia y miedo desde afuera. Dice que sigue dando órdenes desde dentro de la cárcel y que hay un grupo que lleva a cargo las amenazadas”, dijo la defensora de las víctimas.
“Uno de los problemas más grandes en las víctimas de trata es reconocerse como tales. La necesidad imperiosa de tener lo más básico para reconstituirse y ese proceso no es inmediato”, expresó Rodríguez.
Rodríguez consideró que el Tribunal “ha sido muy respetuoso con las víctimas, les ha respetado la palabra a personas que han aportado un testimonio muy valioso y que han tenido mucho coraje”.
“El hecho de que las víctimas sientan que las escuchan con respeto tiene un valor en sí mismo, sienten que les creen de alguna manera y, mínimamente, tiene un valor reparador”, manifestó.
— Un caso que puede ser testigo
En una entrevista con LA CAPITAL, el fiscal Juan Manuel Pettigiani consideraba que el caso contra Hurtado podría “servir para separar entre prácticas religiosas sanas o conforme a la ley y prácticas religiosas que se aprovechan de los fieles”.
Para la abogada, el caso de Hurtado “abre un camino al focalizarse en una secta con alguien que se hacía llamar ministro de culto o apóstol”.
“Hurtado captaba de una manera engañosa a las personas, es un tipo de trata distinto. Nos encontramos que además explotaban de distintas maneras a las personas que concurrían al templo: primero las captaban, las engañaban y las explotaban hacían un lavado de cerebro”, expresó Rodríguez.
“Una de las víctimas dijo: ‘No puedo creer cómo fui tan tonta’, y en verdad no fue tonta. Pero el proceso de lavado de cerebro no fue inmediato, es algo largo, una especie de robotización, donde les van quitando la autodeterminación y el consentimiento”.
“Las órdenes y determinaciones de Hurtado, a quien llaman apóstol, son más valiosas que las propias. Porque eran las órdenes que Dios daba y él era el intermediario. Le tenían que pedir permiso para todo, avisarle cuándo tenían familia, cuándo llevarían a la nena y nene al jardín”, expresó Rodríguez.